Inevitable amanecer
Y la mañana amaneció de nuevo,
el sol insurgente relampagueo en el cielo,
los pájaros cantaban los buenos días.
El azul del cielo se parecía a tu mirada,
esa que brilla sin velos a la luz de tu sonrisa,
esa que extraño tanto en mi vida,
pero que a cada poco,
se desdibuja en mi recuerdo.
El aire traía olor a nada
traspasado por la frescura de la escarcha.
Me fui a respirar el aroma
de la hierba mojada,
de la tierra húmeda.
Ojalá mi sangre, tuviese mezclada
la esencia de tu olor.
Ojalá mi boca albergara
restos de tu saliva.
Ojalá en mis manos
permaneciera tu calor.
El sol, calentando mi rostro
me despierta a la vida.
El sonido del agua fluyendo
me susurra al oído
que continua el camino,
más allá de los trechos abruptos,
más allá del lugar en el que el silencio,
donde había puentes,
construyó muros.
Quidam